NUBES
1. Estrepsíades expone al tribunal sus motivos para incendiar el pensatorio.
Aquí me hallo para defenderme de mi supuesto crimen, que nada tiene de pecado. Espero que me escuchen bien atentos aquellos del tribunal, porque no es malo por lo que se me debe juzgar. Todo empezó cuando me vi obligado a costear la gran obsesión de mi hijo, los caballos, por lo que me comencé a endeudar, así que lo envié al pensatorio, para que aprendiera las leyes superior e inferior y pudiera defenderme en el juicio para mis deudas no saldar. Pero aquí y ahora en estas acciones no debéis de pensar, soy culpable de otras que deberíais ignorar. Yo, ilusionado, esperaba que mi hijo saliera de la escuela de Sócrates con las claves para hacerme no pagar, mal encaminado iba al tanto esperar. Salió con una inteligencia descomunal, queriendo convencerme de que a su madre y a mí nos tendría que pegar con esos argumentos que yo le mandé pensar, para buscarme ayuda, no para generar este mal. Sócrates incumplió su promesa, nada bueno le ha enseñado, ni le va a enseñar. ¡Quiero de vuelta al hijo que tenía antes, a este no, que a disgustos, o sin ellos, a su madre y a mí nos va a matar! ¿No veis justo sabios jueces que vengue este mal? Me vi obligado a quemar ese templo, mi hijo ya no volverá a ser igual. ¡Apiadaos jueces, apiadaos de mí! Sólo colmé a mi hijo de placeres que me tocaron pagar a mí, lo mandé a que me salvara de hacerlo y...¡Mirad cómo ha vuelto! Ninguna condena me merezco, soy un padre de familia luchador, sólo quería la felicidad de mi hijo y mi propia salvación. Ese Sócrates sí que se merece la encarcelación, no ha sido fiel a su palabra ¡Es un simple traidor! ¡Mucho presume de inteligencia, más carece de lealtad! Perdonadme señores, ¡No volveré a obrar así jamás!
2. Fidípides realiza una carta a las autoridades en la que utiliza lo aprendido para convencerlas de que inhabiliten a su padre y le permitan heredar sus riquezas.
Buenos días sabios jueces, supuestos conocedores del saber, aunque no tanto como yo, de mí deberíais de aprender. Me presento aquí antes vosotros, algo os he de explicar, para ellos el argumento injusto me va a ayudar. Voy a demostrar por qué a mi padre lo debéis de inhabilitar. Comenzando por su estado mental ¿Acaso no os dais cuenta de que ese hombre anda mal? Es más, carece de memoria, no entiende de raciocinio y para más desgracia, es un hombre mezquino. El mismo Sócrates lo odió desde el primer momento que algo de su boca salió (esto no se dijo en el teatro, es parte de las invenciones del argumento injusto). Mientras que yo, como veis, gracias a mis altas capacidades, gozo de todas esas cualidades de las que el carece, todo lo que no tengo, él lo tiene. Es vil, tiene maldad, aunque es motivo de mi alegría que por su estupidez, no la sepa usar.
¿Merece este desdichado de sus riquezas gozar? Eso es lo que merece una mente tan cultivada como la mía, sin desdicha y con osadía. Jueces, nada tenéis que decidir, todos mis motivos ya han sido expuestos, vuestra propia razón os llevará hasta ellos, confío en ella, sé que apostará por mí.
COÉFORAS
1. La venganza entendida como justicia.
En esta obra claramente se entiende la venganza como justicia, ambos hermanos deciden vengar la muerte de su padre, creyendo que de esta manera estarían en paz, devolviendo el dolor que se les hizo sufrir, ojo por ojo, diente por diente. En mi opinión, la venganza es inútil e inservible, sólo provoca más odio, en muchas ocasiones no te deshaces de la ira y la rabia, simplemente generas más. La mejor forma de afrontar el daño que nos hacen otras personas es perdonándolas, si continuamos reteniendo esos sentimientos negativos, ellos acabarán controlándonos, nos destruiremos a nosotros mismos.
1. Estrepsíades expone al tribunal sus motivos para incendiar el pensatorio.
Aquí me hallo para defenderme de mi supuesto crimen, que nada tiene de pecado. Espero que me escuchen bien atentos aquellos del tribunal, porque no es malo por lo que se me debe juzgar. Todo empezó cuando me vi obligado a costear la gran obsesión de mi hijo, los caballos, por lo que me comencé a endeudar, así que lo envié al pensatorio, para que aprendiera las leyes superior e inferior y pudiera defenderme en el juicio para mis deudas no saldar. Pero aquí y ahora en estas acciones no debéis de pensar, soy culpable de otras que deberíais ignorar. Yo, ilusionado, esperaba que mi hijo saliera de la escuela de Sócrates con las claves para hacerme no pagar, mal encaminado iba al tanto esperar. Salió con una inteligencia descomunal, queriendo convencerme de que a su madre y a mí nos tendría que pegar con esos argumentos que yo le mandé pensar, para buscarme ayuda, no para generar este mal. Sócrates incumplió su promesa, nada bueno le ha enseñado, ni le va a enseñar. ¡Quiero de vuelta al hijo que tenía antes, a este no, que a disgustos, o sin ellos, a su madre y a mí nos va a matar! ¿No veis justo sabios jueces que vengue este mal? Me vi obligado a quemar ese templo, mi hijo ya no volverá a ser igual. ¡Apiadaos jueces, apiadaos de mí! Sólo colmé a mi hijo de placeres que me tocaron pagar a mí, lo mandé a que me salvara de hacerlo y...¡Mirad cómo ha vuelto! Ninguna condena me merezco, soy un padre de familia luchador, sólo quería la felicidad de mi hijo y mi propia salvación. Ese Sócrates sí que se merece la encarcelación, no ha sido fiel a su palabra ¡Es un simple traidor! ¡Mucho presume de inteligencia, más carece de lealtad! Perdonadme señores, ¡No volveré a obrar así jamás!
2. Fidípides realiza una carta a las autoridades en la que utiliza lo aprendido para convencerlas de que inhabiliten a su padre y le permitan heredar sus riquezas.
Buenos días sabios jueces, supuestos conocedores del saber, aunque no tanto como yo, de mí deberíais de aprender. Me presento aquí antes vosotros, algo os he de explicar, para ellos el argumento injusto me va a ayudar. Voy a demostrar por qué a mi padre lo debéis de inhabilitar. Comenzando por su estado mental ¿Acaso no os dais cuenta de que ese hombre anda mal? Es más, carece de memoria, no entiende de raciocinio y para más desgracia, es un hombre mezquino. El mismo Sócrates lo odió desde el primer momento que algo de su boca salió (esto no se dijo en el teatro, es parte de las invenciones del argumento injusto). Mientras que yo, como veis, gracias a mis altas capacidades, gozo de todas esas cualidades de las que el carece, todo lo que no tengo, él lo tiene. Es vil, tiene maldad, aunque es motivo de mi alegría que por su estupidez, no la sepa usar.
¿Merece este desdichado de sus riquezas gozar? Eso es lo que merece una mente tan cultivada como la mía, sin desdicha y con osadía. Jueces, nada tenéis que decidir, todos mis motivos ya han sido expuestos, vuestra propia razón os llevará hasta ellos, confío en ella, sé que apostará por mí.
COÉFORAS
1. La venganza entendida como justicia.
En esta obra claramente se entiende la venganza como justicia, ambos hermanos deciden vengar la muerte de su padre, creyendo que de esta manera estarían en paz, devolviendo el dolor que se les hizo sufrir, ojo por ojo, diente por diente. En mi opinión, la venganza es inútil e inservible, sólo provoca más odio, en muchas ocasiones no te deshaces de la ira y la rabia, simplemente generas más. La mejor forma de afrontar el daño que nos hacen otras personas es perdonándolas, si continuamos reteniendo esos sentimientos negativos, ellos acabarán controlándonos, nos destruiremos a nosotros mismos.
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